ya no
cantan
en
Malí
Los fundamentalistas
islámicos del norte de Malí,
cuna del
“blues”, prohíben la música.
El país se parte en
dos y muchos artistas toman
el camino del exilio
Documento con fecha Tuesday, 18
de September de 2012.
Publicado el Tuesday, 18 de September de
2012.
Autor: Amelia Castilla.Fuente: El País.
Afel Bocoum, cantante y guitarrista, vive desde hace
unos meses como un refugiado en Bamako. Dejó su casa de Niafunké, en el norte
de Malí cuando los grupos islamistas próximos a Al Qaeda tomaron el poder en la
zona, tras la declaración de independencia de los tuareg. Su aldea, al lado del
río Níger, donde también vivía la familia del mítico Ali Farka Toure se ha
convertido ahora en un pueblo fantasma. Ambos forman parte de los más de 80.000
personas que han recurrido al éxodo interno y se han refugiado en la capital
del país, huyendo de la sharía, ley islámica que, entre otros
vetos, prohíbe la música. Y con ellos se esfuma también el Festival del
Desierto que se celebraba en Essakane a dos horas de Tombuctú.
No es Malí un país donde viajar resulte fácil. Carreteras
de tierra roja atraviesan las aldeas y por los caminos se mueven mujeres o
niñas cargadas con leña o agua que recogen, a veces, a kilómetros de distancia.
En esos caminos la distancia se mide por días de viaje. La relación norte-sur
nunca ha sido sencilla. Los deseos de independencia de los Tuareg, que quedaron
marginados por el poder central, nunca fueron bien vistos en el resto del país
pero nadie esperaba que el territorio quedara partido. A la rebelión armada
tuareg le siguió un golpe de estado para derrocar al presidente constitucional.
Los militares dejaron las calles en silencio en los primeros momentos pero la
situación para los malienses se ha ido normalizando. Nick Gold, responsable de
World Circuit y el productor que puso las músicas del mundo en el mapa,
califica la situación de “dramática” aunque reconoce que la diferencia entre el
norte y el sur es abismal. “La situación política ha hecho muy difícil la vida
de las personas, incluidos los músicos y sus invitados”. Como productor de Ali
Farka Toure conoce de primera mano las penurias que han pasado sus hijos. Todos
han escapado a Bamako y las noticias que llegan de Niafunké son desoladoras.
Hasta el plan de regadío, financiado por el mítico guitarrista, que permitía la
llegada de agua a la aldea, ha sido destruido por “los barbudos”.
En Malí, uno de los países más pobres del mundo, la
música forma parte de la vida espiritual de sus habitantes. Los griots
trasmiten oralmente la cultura y su opinión cuenta con cierto prestigio social.
En apenas 600 kilómetros, los que van de Mopti a Bamako, se pasa del infierno
al llamémosle ¡purgatorio!. Bamako era la capital africana donde más y mejor
música en vivo se podía escuchar. Convertida en punto de encuentro de músicos,
productores y managers, llegados de todo el mundo en busca de nuevos talentos,
no era raro escuchar a Toumani Diabate tocando la kora una noche cualquiera en
el Blonba, uno de los clubs en los que se reunía la burguesía y que ahora se ha
cerrado. Hace apenas tres años, la etnomusicóloga Lucy Durán y directora del
programa Routes de la BBC, pasó seis semanas en Bamako. “Salí
cada noche para escuchar música en diferentes locales y el nivel era muy alto”.
Viajar ahora a la capital maliense se ha convertido en una aventura, los
gobiernos occidentales desaconsejan viajar a la zona ante el grave peligro de
secuestro.

Luis Sánchez-Vellisco, encargado de asuntos culturales
de la embajada de España en Bamako, cuenta que en todos los conciertos a los
que ha acudido tras el golpe de estado todos los artistas han hecho un
llamamiento por la paz y cantantes consagradas como Oumu Sangaré aprovechan sus
actuaciones en el extranjero para denunciar la difícil situación de las mujeres
de su país. Recién llegada a Londres, tras participar en African Express, un
tren que ha recorrido con 80 músicos algunas ciudades de Reino Unido y en el
que se ha reencontrado con músicos malienses, Durán incide en la cruda
realidad: “Son conscientes que la situación no se va a recuperar en años”.
Sumidos en la desesperación algunos artistas ya han iniciado una reconversión.
Es el caso de un balafonista que ha invertido todos sus ahorros en una máquina
que detecta el oro.
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