Los habitantes de Tláhuac contribuyen al
arte y a la cultura del DF más allá del amaranto: ésta es la conclusión del
taller de Alfabetización: las lecturas
del mundo.
La cultura no queda exenta de prácticas
excluyentes y violentas
Personas de la tercera edad se incentivan para seguir creciendo
en materia educativa y cultural.
COMO TALLERISTA DESEABA UN
CIERRE ESPECIAL, que se concluyera el programa previsto, sí;
pero también concluir con algo emotivo, que dejara la puerta abierta para que
los asistentes siguieran explorando su escritura y su formación
artístico-cultural. Habrá que recordar que la mayoría de estos son adultos
mayores decididos a seguir aprendiendo.
La idea
de cerrar diferente me surgió cuando
en las primeras clases, María Aurora
Nazario Rodríguez –de 65 años de edad- llegó muy molesta contándonos que el
taxista -con quien viajó para llegar al curso- le había preguntado qué era el
FARO. Cuando ella le contestó que era un centro de producción artística y
cultural, él se quedó sorprendido y le respondió: “¿Cultura?, pero si en
Tláhuac la única cultura que tienen es la del amaranto! Los mexicanos no sabemos
apreciar el arte… Arte y cultura, la que se hacen en Europa, señora.” “Quisiera tener elementos –confesó Aurora-
para responderle”.
El
enojo y la impotencia de ella los compartimos el grupo y en seguida pensé que ese sería la reflexión
de cierre del taller: vernos a nosotros mismos como productores, consumidores y
reproductores de cultura. Por eso, la actividad planeada consistió en pedirles
que llevaran la última sesión un objeto que ellos hubieran creado, diseñado,
confeccionado en algún momento de su vida.
Todos y
todas cumplieron con la tarea. La emoción de mostrar su objeto se reflejaba en
sus rostros. La indicación fue que cada uno contará al resto de los asistentes
la historia de esa creación: ¿cuándo la elaboraron, qué sentían mientras la
realizaban, si la idea original que tenían cambió mientras la iban realizando y
cómo quedó el producto final? Sus historias fueron arrojando elementos para
acercarnos a la definición de cultura que la UNESCO señala: conjunto de normas, reglas, tradiciones que
conforman un tejido social.
Guadalupe
Sánchez Rosales, de 58 años de edad y oriunda de Chiapas, sacó una bolsa de
mano realizada en tela bordada con flores de listón. Nos contó que a ella le
gusta bordar paisajes de la naturaleza, porque es una forma de revalorarla y
recordar “las gotas de rocío que en las mañanas aparecen sobre las flores”. Sin
darse cuenta, Guadalupe estaba hablando sobre el proceso de observación y
representación de la realidad. Observar para disfrutar y actuar ante la
realidad, esa realidad que captamos a través del tacto, la vista, el olfato y
la piel.
Siguió el
turno de Aurora, quien se caracteriza por su sensibilidad hacia las actividades
culturales, ella al mismo tiempo que toma talleres en el FARO, acude a otro de
Creación Literaria en la Casa Refugio Citlaltépetl ubicado en la colonia
Condesa, donde le dejaron crear un cuento de ciencia ficción que compartió con
nosotros. Su historia la escribió luego de que un noticiero mostró las primeras
fotografías de Marte. La imagen del planeta rojo se le quedaron grabadas hasta
llevarla a imaginarlo como habitable. Todos le aplaudimos su narración.
Tocó el
turno a Ricardo Castillo, de setenta años de edad y esposo de Ignacia -quien
también acudió al taller. Después de calificarse de áspero y callado contó la
historia de la pintura en acrílico de un gato cuyo cuerpo tenía forma de “M”;
la cual fue realizada en una época en la que él bebía mucho alcohol e incluso
tuvo problemas con éste. “La pintura me permitía que no me ganaran los malos
pensamientos” dijo.
Las
necesidades humanas no solamente son físicas también son espirituales. Si la pintura, la escritura, la danza, entre
otras estuvieran democratizadas, la forma más común para sacar nuestra
tristeza, angustia y desolación sería a través de procesos creativos.
Ignacia Coraza, de
60 años de edad, llevó una toalla de tela afelpada decorada con encaje y listón
de flores naranjas y beige. La selección de colores le llevó algunas tardes a
Ignacia y es que ella quería que su toalla fuera una expresión de su personalidad
cálida. Tanto le apasionó, seleccionar los colores del listón y del encaje que
desde ese día lleva confeccionado ya ocho toallas y una sábana; mismas que le
permiten embellecer el hogar que habita. Hay que decir que la toalla de
Nachita nada le pide a las confeccionadas y distribuidas por las grandes
cadenas comerciales…
Francisco
Atayde por su parte llevó dos piezas de fierro que encontró en una caminata por
el bosque, ambas pertenecían a las vías del ferrocarril; una era un clavo y la
otra seguramente sostenía a los durmientes. Al verlas juntas pensó que podrían
adquirir la forma de una madre abrazando a su hijo, un ave o incluso hasta dos
amantes abrazados. Su oficio de herrero le permitió tener las habilidades para
crear su pequeña escultura. Con lo cual pudimos platicar de la técnica, como un
elemento cultural. También nos mostró un pequeño pedestal elaborado con un
tornillo gigante donde un alacrán de alambre de cobre luce como una pieza de
museo… Tal vez Francisco es el más sorprendido con sus avances en la escritura,
descubrió la importancia de la puntuación y cómo a través de ésta se le
imprimen tonos y ritmo a las palabras escritas.
A sus sesenta y tantos años está decidido a seguir explorando el signo
escrito.
Mayra Beltrán
tiene 31 años, es mamá de una niña de tres años de edad, es habitante de la
colonia Miguel Hidalgo. Ella llevó una pequeña escultura de plastilina y
arcilla con la figura de Mafalda de las tiras cómicas del argentino Quino. Su
creación fue parte de un taller de modelado y la hizo porque para ella Mafalda
es un personaje crítico que le gusta mucho y que le ha mostrado puntos de vista
que le permite diversas lecturas sobre un hecho. Su pequeña escultura la tiene
junto al teléfono de su casa, en la sala; al verla la gente que la visita le
pregunta quién es y en ello ve una posibilidad de que otra gente se interese
por leer las tiras cómicas argentinas.
Los
asistentes quedaron convencidos que son o pueden ser productores culturales en
potencia contraviniendo los principios que desde el siglo XVII se difundían
sobre que sólo era una élite cultural la que producía e innovaba la cultura. La
cultura popular realizada por amas de casa, obreros, pensionistas y
trabajadores de oficios como la herrería trasciende entonces las prácticas
excluyentes y violentas y revaloran sus derechos.
El taller de Alfabetización: La lectura del mundo
inició el 21 de agosto y concluyó el 2 de octubre en las instalaciones del Faro
Tláhuac, ubicado sobre Av. La Turba s/n (en el interior del Bosque de Tláhuac)
en la colonia Miguel Hidalgo; fue auspiciado por la asociación civil Cuenteros
y Cuentistas en el marco del Programa de Coinversión para el Desarrollo Social
del Distrito Federal 2012…
Este
curso comenzó con una propuesta de alfabetización cuya metodología de trabajo
(círculos de cultura) se basó en la metodología pedagógica del brasileño Paulo
Freire, quien sostenía: “la lectura del mundo precede a la lectura de la
palabra escrita”. Leer la realidad en su sentido más amplio, leer desde los
múltiples lenguajes existentes.
Leer y
escribir implicó, en este taller, cuestionarnos nuestra forma actual de vida, revisar
nuestra historia personal, promover la lectura crítica de cualquier texto. El
grupo se integró con siete personas que ya tenían conocimientos de
lecto-escritura. El trabajo se concentró en ejercitar su redacción, incorporar
el uso de signos de puntuación y en fortalecer su estructura sintáctica. Para
ello, en cada sesión se leyeron cuentos y relatos que permitieron hablar desde
la perspectiva de género, por ejemplo, La
otra frontera, de Cristina Pacheco; La
Princesa y el pirata de Alfredo Gómez Cerdá y Teo Puebla; Las Vacas de Quiviquinta de Franciso
Rojas Gónzalez y La Tarzana de María del Mar Quirós Leal y María Ángeles García
Cordero.
Se
practicó el análisis de contenido después de las lecturas seleccionadas, en el
que se revisaron los textos desde sus contenidos femeninos y masculinos. Se abordó
la cantidad de protagonistas, la descripción de cada uno de estos, su
parentesco, personalidad, ocupación, estereotipos… El diálogo y el análisis de
contenido arrojó elementos para comprender las prácticas inmiscuidas en la
violencia de género como son la
invisibilización y la discriminación de lo femenino en el lenguaje, en el
hogar, en lo laboral y a veces también en el ámbito académico.
A pesar
de la ironía y la crítica al machismo o actitudes patriarcales que algunos
textos puedan incluir, aún queda un sesgo muy marcado contra la mujer. La
escritura de historias con perspectiva de género aún explora una primera etapa;
falta mucho por hacer en esta materia.
Se invitó
a la comunicóloga, Florina Piña quien es responsable del proyecto La palabra: herramienta que empodera
para compartir con los asistentes la importancia de diferenciar la comunicación
oral de la escrita, con el fin de comprender que son lenguajes diferentes. La
estructura, el léxico, la ortografía y la madurez sintáctica son
imprescindibles en el segundo. Con base en estos elementos, Piña realizó un
diagnóstico de escritura a cada uno de los tallerandos, con el fin de
auto-reconocerse y subsanar los “huecos” escriturales; reflexionar más sobre el
lector-receptor de estos, pues ello garantizará texto-discursos exitosos.
Habrá
que señalar que cuatro de los siete participaron asistieron paralelamente al
taller de Narración oral con perspectiva
de género impartido por Hena Carolina Velázquez; esto nos permitió trabajar
en conjunto tanto la escritura como el lenguaje oral.
El
taller de Alfabetización: La lectura del
mundo concluyó, sin embargo, deja abierta la necesidad de seguirle
apostando en la formación educativa y artística de los hombres y mujeres de la
tercera edad, habitantes de la delegación Tláhuac; ellos y ellas como
instituciones morales de su familia tienen mucho que aportar en la restitución
del tejido social. Ojalá haya muchos
otros talleres que los beneficie. Gracias. // Abril K. Olivares del Río,
tallerista
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