Retiro
lo dicho. Ayer denuncié que muy pocos periodistas estaban en el lugar de los
hechos, pero habrá que reconocer que durante el desalojo de los maestros del
Zócalo capitalino abundaron las cámaras fotográficas profesionales, cámaras de televisión,
video, telefotos… y muchísimos jóvenes
de ambos sexos que grababan con cámaras sencillas, celulares, ipad. Periodistas
de medios independientes transmitían en vivo.
Lo
cierto es que sobre la Plaza de la Constitución a pocos se les veía. Se notaba
a muchos profesionales de la noticia sobre la Av. 20 de Noviembre, ahí se
apostaron la mayoría para esperar la huida. Esta Avenida fue una de las “salidas
libres” que tenían los profesores de la CNTE a la hora del desalojo. Ahí las
corretizas estuvieron a la orden del día. “¡¡¡No corran, no corran; vámonos
caminando; con dignidad!!!,” insistían a gritos algunos maestros, pero a decir
verdad, pocos escuchaban esta demanda porque vaya que intimidaba la presencia de
los uniformados cada vez más cerca de la
masa que rayaba un poco entre la ansiedad, la paranoia, la histeria, el miedo;
la dignidad, la impotencia, el coraje, el llanto. Los periodistas a veces
también salían corriendo, protegiendo sus herramientas de trabajo.
Las
tanquetas rociadoras de agua se dejaron ver, los granaderos lanzaban pequeñas “bombas”
que estallaban igual que las molotov. Tronaba con estruendo y a veces expedían
humo picante. Todo mundo corría agachando lo más la cabeza, entre los hombros.
Como tortugas protegiéndose en su caparazón. Cada vez el número de mujeres
disminuía, también de maestros. Quedaban sobre 20 de Noviembre (hacia República
de El Salvador y Mesones) muchos varones jóvenes. “Los refuerzos y los
anarquistas”, explicaron algunos profes.
Muchos
periodistas, sobre todo mujeres, portaban cascos, máscara antigases y hasta
algunos chalecos especiales (no creo que hayan sido antibalas, la verdad).
Parecían alebrijes modernos. Algunos se resguardaban tras los puestos de
periódicos, otros se subían a la maquinaria pesada que cerraba las calles sobre
esa avenida emblemática. Otros se detenían unos a otros sobre las jardineras
para captar desde “arriba” el paso de los correteados. La adrenalina hacía
bufar a muchos de ambos lados.
Hubo
maestras que denunciaron que en calles
aledañas a Venustiano Carranza y Uruguay, la policía federal los encerraron y golpearon; no sólo a varones.
Ahí se registraron algunas detenciones arbitrarias, pues no importaba si eras
del magisterio, “refuerzo” o transeúnte; subían a las camionetas a quien podía…
Aunque aseguran, que el mayor número de detenidos y choques de violencia se
registró sobre Eje Central. Como que a los granaderos ya les gustó como cambo
de batalla.
Justo
sobre el Eje Central, sobre Avenida Juárez y Madero universitarios de la UNAM,
UACM, UAM y del YOSOY132; así como miembros de colectivos, ONGs, asociaciones
civiles que fueron interceptados por los uniformados. “Hasta ahí llegaron”.
Por
cierto, “se veía a mucho pelón vestido de civil”; igual que los grupos de
choque y los infiltrados se les reconoce a veinte metros… “¡Eran militares!,” denunciaban maestros y
transeúntes.
Sobre
la calle de Ayuntamiento, un camión de granaderos se detuvo justo sobre Eje
Central, los uniformados bajaron con estrépito, la consigna: subir a su
vehículo, a como diera lugar, a cuanto pudieran.
César Cravioto de Morena -que también reporteaba sobre las calles del Centro
Histórico- comenzó a denunciarlo por las redes sociales, desde la calle de López
y Ayuntamiento. Era evidente la arbitrariedad, seguro que a muchos de los que
subieron nada tienen que ver con el magisterio y la reforma educativa. Pasaban de las cinco de la tarde. Y los sobresaltos volvían. Había que voltear a
todos lados y alejarse de cualquier vehículo policiaco. Las calles de ese lado,
también lucían semivacías con las cortinas abajo y muchos asomados por
ventanas, sobre balcones. Seguían los sucesos desde su trinchera.
Los
establecimientos en general, bajaron las cortinas metálicas. Algunos maestros
lograron resguardarse aún en farmacias, tiendas de telas, estacionamientos
públicos, vinaterías, fondas o pequeños restaurantes y hasta en hoteles de tres
estrellas; pero, luego del Zócalo, la mayoría corrió sobre 20 de Noviembre
hasta Izazaga, esa avenida lucía vacía. Evidentemente el metro Zócalo estaba
cerrado desde temprano; Allende daba servicio pero desde la una de la tarde se
controló el ingreso y salida de los usuarios… Hacia las cinco de la tarde,
los metros Pino Suárez, Isabel La
Católica, Salto del Agua, San Juan de Letrán, Bellas Artes estaba cerradas por
los trabajadores de estación. Tenían retenidos a los usuarios y
excepcionalmente dejaban ingresar a algunas personas que exigían resguardo.
Hay
maestros que aseguran que hubo granaderos que persiguieron a profes hasta el
metro y que los sacaron a empujones desde los andenes… “¿Quién se metió para
evitar el jaloneo y que se lo llevaran?, nadie”, denuncian otros.
A
la altura de Izazaga e Isabel la Católica, estudiantes de la UAC voceaban: “¡En
la Uacm tienen un refugio; vengan, acá estarán seguros… En la Uacm tienen un
refugio!” así que un comando de correteados y asustados corrió hacia el Plantel
Centro de esa casa de estudios, ubicado sobre Fray Servando entre Isabel la
Católica y Bolívar.
Jóvenes
leían en voz alta “las últimas noticias” que les llegaba a su muro de facebook,
whatsApp, twitter, mensajes sms, correo electrónico o daban cuenta de su última
novedad: “¡Plaza de la Revolución, ahí hay refuerzos y maestros concentrados!” “¡Bronca en Eje Central y Avenida Juárez!” “¡Golpearon
a Lupita, maesra de la Costa; sólo trae un moretón grande!” “¡No aparece
Deloya, tiene un buen rato perdido!” “La muchachas se fueron a Iztapalapa, con
un pariente: están bien!” “las tanquetas vienen por Izazaga y están llegando a
Isabel La Católica.” “¡Acá también está
cerrado el metro!”
Cerca de las seis de la tarde, del viernes 13 de septiembre: baja gradualmente el número de gritos e intensidades de las noticias de última hora que daban maestros, universitarios, transeúntes y muchos otros despistados que atestiguaron esta tarde triste de cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto desalojó a los maestros de la CNTE del Zócalo, sólo para garantizar su lucimiento en el balcón presidencial el 15 de septiembre. Lo que no sabe es que sobre las calles del Centro Histórico y principalmente en su plaza principal seguirán resonando las consignas, las denuncias, las convocatorias de solidaridad, las mentadas, de todas y todos aquellos que pisamos el Campamento o que lo apoyábamos de alguna manera. “¡Y sí, que se vayan mucho a la chingada; espurios de mierda!” // Florina Piña
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