lunes, 19 de marzo de 2012

CARACOLA DE VOCES
Inés Arredondo, un mundo solar
segunda y última parte
Por Hena Carolina Velázquez Vargas*

En este mes en Cuenteros y Cuentistas seguimos celebrando el talento y riqueza de nuestras creadoras, en la entrega pasada hicimos un pequeño homenaje a la grandeza de la escritora mexicana Inés Arredondo, quien nació el 20 de marzo de 1928 en Culiacán, Sinaloa, al noroccidente de México.
Fue la hija mayor de nueve hermanos y gran parte de su infancia la pasó en la hacienda azucarera de su abuelo materno cercana a Culiacán, llamada "Eldorado", una infancia elegida de sus varias infancias, esa fue su manera de buscar la verdad, decía ella, como una forma de dar trascendencia a su pasado personal y buscar en él los signos de su destino.
Acerca del trabajo de Inés Arredondo existen en la Web más de 400 mil archivos con su biografía, análisis de su obra y libros publicados, el contexto de escritores de su época, no obstante es escaso el material que se reproduce con sus comentarios.
Como lo prometí en la entrega de mi columna anterior en esta ocasión les presentó con sus propias palabras cual fue su experiencia en la escritura.
Es una síntesis de la entrevista que tuve con ella en 1988 y que fue publicada un año después en el número de septiembre de Doble Jornada, suplemento feminista del periódico La Jornada, unos días antes de su fallecimiento.
“No sé porque escribo fue un don que recibí de pronto cuando tenía 27 años. Ya era una mujer casada y con tres hijos. Un dolor me estaba consumiendo y para olvidarlo empecé a traducir del francés, de repente me di cuenta que hacía otra cosa El membrillo, mi primer cuento. Así logré salir de una depresión espantosa, después sólo quedó la tristeza.
“Al terminar un cuento siempre lo dejo dormir. Luego lo corrijo como si fuera de otra persona, me gusta que únicamente se usen las palabras justas. Dos veces intenté escribir una novela, aquello era un horror cuando volvía leerlo. La novela tiene otro ritmo y usa un número mayor de palabras, el cuento es más conciso. Me consuela pensar que lo mismo le sucedió a Julio Cortázar. Hay quienes pueden hacer las dos cosas, yo sólo escribo cuentos.
“Busco mucho la palabra. El tema depende de la rabia que me provoca la historia; es como si un perro me hubiera dado un mordisco. Logro separarme de mis personajes a base de disciplina, malgastando papel y llenando cestos de basura. Un escritor debe verse a sí mismo de una manera más profunda que a los demás, una condición sin la cual el tema no llega y se hace superficial.
“En Sombra entre sombras (Los espejos) busqué toda la aberración de que era capaz, para ver si encontraba qué era la prostitución. Llevo 30 años en esta búsqueda y estoy como al principio, no sé si podré encontrarla. La pureza la hallé en algunos cuentos; se da cuando un ser humano logra tomar contacto con el alma de otro y ambos hablan el mismo idioma. Tal es el caso del amor, pero en un terreno distinto. Creo que un amor resiste siempre los avatares, si se asume místicamente.
“Las historias que relato no tienen que ver con mi vida. En La señal sólo dos cuentos se relacionan con una problemática personal. Ahora, con mi edad, las cosas empiezan a ser diferentes. Todos los días recuerdo a los amigos muertos que ya son muchos. Sin embargo, tengo ganas de seguir escribiendo; me sobra tiempo y es mi principal aliciente, pero me faltan historias. A veces necesito una frase, nada más, que luego puedo reinventar.
“La provincia es el fondo donde coloco mis preocupaciones y preguntas, la conozco más que a la ciudad de México, aún cuando llevo aquí 45 años. Siento una debilidad por los pueblos de mi tierra, ahí la gente está más viva y sus historias las conocen todos. La capital es muy fría, todo son distancias, nos reunimos sólo para asistir a eventos especiales. Son seres heroicos los que visitan a otra persona con el único objetivo de verla.
“Si existe alguna influencia de otras corrientes literarias en mi obra, lo definirán los críticos cuando yo muera. Morirse tiene la ventaja de llamar la atención; en ese momento, surgen ideas para hablar del autor, algo lamentable. Mis 60 años han sido muy celebrados, no puedo quejarme, sobre todo por escritores jóvenes. Me siento satisfecha, sé que gracias a ellos no moriré del todo”.
Su nombre completo fue Inés Camelo Arredondo, murió en la ciudad de México el 2 de noviembre de 1989. Sus libros de cuentos son: La señal, 1965; Río subterráneo, 1979 (Premio Villaurrutia), y Los espejos, 1988.


*Integrante del equipo de Cuenteros y Cuentistas. Becaria del FONCA 2012. Periodista, terapeuta Gestalt especializada en trabajo corporal y narradora oral.
** Te recomendamos algunos de los trabajos publicados acerca de la obra de Inés Arredondo:
Inés Arredondo, el arte de saber decir (www.destiempos.com/n19/albarran.pdf)
La generación de Inés Arredondo (www.uam.mx/difusion/revista/septiembre98/albarran.html)
Obras completas (books.google.com.mx/books/about/Obras_completas.html?id..)

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